Proyecto
Microrrelato de:
Nacho Hernández
Creativo publicitario & Autor de
OTOÑO LEJOS
Fuera, el amanecer se filtraba por los poros de la tela como café recién huido de una realidad dormida. El olor a calefacción naciente bullía por el aire, y golpeaba las contraventanas de madera con un ritmo constante e histérico.


El sol de otoño, tímido, como quien se sabe invitado, dejaba llover sobre las casas una luz difusa, esculpiendo en lino los tejados y pespunteando las antenas como puntos suspensivos de un bordado mágico. Mientras, las chimeneas suspiraban su halo de carbón, del mismo modo que un expreso al abandonar una estación triste y solitaria. Una como aquel maldito otoño varado en el alma de Bruna.



Dentro era otra cosa. Dentro, en realidad, era fuera. Dentro, Bruna había decidido que ya nunca estaría para nada que no significase algo. La vida, siempre cubierta de su pátina de mentira, no le aportaba más que pesares.
Allí dentro, sin embargo, se sentía a salvo de fingir. En aquel lugar donde las sábanas nunca se estiran porque es mejor dejarse llevar por sus olas o donde la ropa se tiende seca y sin pinzas, con la esperanza de poder verla volar. Así Bruna se encerró en sí misma, y un día entre sueños implantados, vocaciones asignadas y lenguas mordidas, se encontró, asustada de no saber ser ella.



Echa de menos el viento. De vez en cuando le invita a enfriarle el café, a compartir un escalofrío o a volarle la hoja que pide auxilio desde el carro de su Olivetti mellada, la primera del libro de sus Memorias olvidadas. Abre las ventanas de par en par porque el aire no engaña, el aire es como ella. Y con el abrigo de su brisa, y la marejada de sus sábanas bajo el pecho, teclea con la cabeza la fecha inolvidable del fin de su secuestro.